“La posibilidad de que estudiantes de los últimos cursos puedan retornar a clases presenciales podría ser positivo y de gran significatividad para la subjetividad de estas personas, que debieron resignar gran parte de los sueños en ese último año, tradicionalmente marcado por vivencias grupales de pasaje de una etapa a la siguiente”, consideró la profesora en Ciencias de la Educación Déborah Saientz.
La especialista recordó que el cierre de un nivel escolar implica la posibilidad de que se realicen síntesis de conocimientos y de competencias alcanzadas, además de valoraciones personales y grupales acerca de lo que termina y de lo que está por iniciar. “Y también implica la oportunidad de hacer revisiones acerca de la toma de decisiones sobre el futuro y de que se reacomoden los vínculos sociales y afectivos, que a causa de la pandemia tal vez no se hayan podido aún elaborar plenamente”, añadió.
Sobre este último punto, profundizó: “no haber podido compartir el espacio material con pares que están transitando la misma experiencia, y con los profesores y maestros dificulta el proceso de identificación, de búsqueda y hasta de confrontación con lo social, que está representado por todo aquello del mundo que sucede fuera de la familia, en ese espacio ‘otro’, necesario para fortalecer la autonomía de los jóvenes para que transiten a niveles de educación media y superior”. Saientz destacó que, desde ese punto de vista, la posibilidad de que estos estudiantes compartan al menos algunas horas con sus compañeros, y habiten al menos parcialmente los espacios que los albergaron tanto tiempo puede tener un impacto positivo en su subjetividad. “Les puede ayudar a que cierren con un gesto amoroso, que ponga énfasis en lo vincular, este momento histórico único que hemos vivido”, indicó la profesora.
De todos modos, subrayó que para que todos estos aspectos positivos realmente se vivan como tales, resulta fundamental que esta vuelta a las aulas se dé en zonas rurales o urbanas que no cuenten con alta circulación del coronavirus. “Deben generarse condiciones de confianza necesarias para que los estudiantes, sus familias y los docentes no sientan que están corriendo riesgos; pues es claro que la situación sanitaria debe primar como pedagogía del cuidado, de contención, y teniendo como valor esencial la vida”, dijo.